RAQUEL

La hospitalidad de la montaña

La hospitalidad en Montaña Palentina

La imagen de la hospitalidad en Montaña Palentina. Cuidar y crear recuerdos únicos a los visitantes es un trabajo que hereda la vieja tradición de acogida del mundo rural montañés. Frente al estrés, el agobio de la vida urbana y las tensiones diarias, Raquel tiene una receta bien contrastada y que hace volver a quienes llegan aquí por primera vez: tranquilidad, románico y montaña.

Montañesa de pura cepa

«Soy de Olleros de Pisuerga. Viví y estudié en Aguilar hasta los 15 años. Entonces nos vinimos a vivir aquí, mis padres, mis abuelos, mi hermano y yo. Y aquí estoy .

Estuve 8 años viviendo en Valladolid y luego me volví. Mientras estuve allí volvía los fines de semana y eso, pero mi vida estuvo allí esa temporada. Me gusta lo urbano pero para ir de visita. Yo vivía en un piso y era como muy jaula de grillos. No me gustaba. Está bien para ir, tomar unos vinos,… pero para vivir no.»

La infancia en el pueblo

«De mi infancia tengo muy buenos recuerdos. Mi padre es agricultor. Eso se lleva en la sangre. Cuando él estaba cosechando, mi madre hacía la tortilla y hacíamos picnic. Era el plan perfecto. Mientras él se comía el bocadillo nosotros estábamos con él. Íbamos mi madre, mi hermano y, a veces mis abuelos. Pasábamos la tarde y, si había suerte, volvíamos en el remolque lleno de trigo. ¡Eso era lo más!.

Cuando yo era pequeña venían a veranear muchos niños. De Valladolid, de Bilbao, de Palencia… y hacíamos pandillas. En verano las verbenas de Mave, de Olleros y de todos los pueblos de por aquí. La bici… Yo creo que todos los niños deben de tener un pueblo. Cuando vivía en Valladolid le preguntaba a la gente ¿Tú de qué pueblo eres? y me decían -«no tengo pueblo». Me parecía tan triste…

Cuando era niña veníamos de Aguilar a Olleros por el camino que pasa por Valoria. Lo llamábamos «el camino de los bichos». Siempre veíamos jabalíes, corzos, zorros, de todo..  Los veranos de infancia en el pueblo eran de contacto total con la naturaleza.»

Mi proyecto personal

«Este proyecto nació porque yo estudiaba en Valladolid. Hice un modulo de gestión comercial y marketing, y después empresariales. Pero me di cuenta de que lo mío era el pueblo, no la ciudad. Así que deje mi vida de Valladolid y volví. Les propuse a mis padres que si me ayudaban a hacer un hotel rural y aquí estoy.

Me decidí por la hostelería. En principio me parece muy dura, pero como yo no me dedico a restauración lo llevo bien. Además es un sitio pequeño que lo puedo llevar yo. Estoy contenta. Y tenía claro que me quería quedar aquí. Además está funcionando fenomenal. Tenemos gente durante toda la semana a lo largo de todo el año.»

El aprendizaje

«Cuando estudié nada tenía que ver con el turismo. Yo hubiera querido estudiar publicidad. Acabé la carrera y estuve trabajando en el Convento de Mave como recepcionista. Allí aprendí un montón. Me gustó mucho la experiencia.

Yo nunca había tenido trato con el cliente. Yo considero que el turismo de aquí es un turismo muy bueno, con un nivel cultural medio alto, gente que sabe dónde va, que son muy cuidadosos, que valoran lo que hay. Es gente muy maja, muy agradecida. Se les acaba cogiendo cariño. Es todo muy familiar. A mí me gustó mucho la experiencia en Mave -Estuve dos temporadas con ellos- nos seguimos llevando fenomenal. No somos competencia como se entiende en otros sitios. Nos echamos una mano cuando es necesario.»

El reto de mantener vivo un territorio

«Cuando nos fuimos a estudiar fuera, la mayoría de la gente se quedó, no han vuelto. Yo si lo hice, pero la mayoría está en Santander, Valladolid, Burgos,.. Si, hay gente que está aquí porque hay empresas que dan mucho trabajo. Pero la mayoría de mis amigos se han quedado en la ciudad.

A mi me gustaba mucho esto. Además Olleros tiene cada vez menos habitantes. Ahora no llega a 40. Cuando vinimos a vivir aquí éramos unos 70, no hace tanto tiempo. La gente joven se va. Hay dos niñas y una chica que este año se va a estudiar fuera. Y quien sabe si volverá. Si quiere estudiar algo muy específico tampoco te puedes dedicar en Aguilar a todo. Hay que hacer un esfuerzo por sacar adelante este territorio. El riesgo merece la pena»

Un ambiente diferente

«Cuando estoy fuera de la montaña echo de menos en verano el fresco (aunque suene raro). Hay una explicación: Cuando vivía en Valladolid era imposible dormir en verano. Aquí se descansa fenomenal. Es verdad que aquí el invierno es largo, pero no puede ser más sano en todos los sentidos. Es un ambiente muy tranquilo, diferente, muy difícil de encontrar. […]

Yo podía haber hecho este hotel de diez habitaciones, pero no quise. No quise porque yo quiero que la gente se sienta aquí no como la habitación número 3 sino como personas y que no llegues a ver la iglesia de Olleros, que es chiquitina, y haya 50 visitantes.»

El valor de lo auténtico

«Sobre los valores de este territorio. Yo creo que la gente debe de venir porque Montaña Palentina es muy de verdad. No hay nada artificial… el tiempo es bonito incluso con un invierno largo. La gente de aquí es muy abierta y tiene un montón de valores positivos. Hay otros entornos naturales muy espectaculares, pero Montaña Palentina es más familiar. Cuando vas a un bar te van a atender como una persona con su nombre, no como que eres el cliente número 350. El encanto de Montaña Palentina es ese. La gente que viene lo hace para estar tranquila. No viene a escuchar coches.

Montaña Palentina no está sobreexplotada. He estado hace una semana en la Cascada de Mazobres y sólo encontramos a una pareja. Eso gusta muchísimo. Yo por ejemplo voy a lugares masificados de turismo y no me gusta nada. Para mi ese es uno de los principales valores de nuestra montaña».

El futuro

«El futuro de Montaña Palentina en cuanto a desarrollo turístico es muy prometedor. Lo que hay es de gran calidad y la gente de aquí es muy de aquí y lucha por lo suyo. Hay mucha gente que defiende mucho la Montaña Palentina. La gente nos conoce mucho fuera. Muchos te dicen «Yo fui a ver las galletas…». Hay muchas ganas de conocer este territorio. Preparamos rutas para la gente que nos visita. Todos acaban encantados. Hemos hecho un librito con las rutas de aquí. Es una gozada.

Aunque entiendo que emprender algo es complicado. Yo conté con mucha gente que apostó por mi y tuve mucha suerte. Montaña Palentina está perdiendo muchos habitantes y eso hace difícil otro tipo de dedicación. No obstante esto es una buena oportunidad. Tiene patrimonio, tiene de todo. Hay que aventurarse, también hay que ser decididos. Es un lugar increíble para vivir.

La gente que viene, siempre vuelve.»

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