Historias de adaptación, austeridad y conservación

La naturaleza, que tan propicia se ha mostrado con Montaña Palentina, ha determinado también la actividad de los seres humanos desde los tiempos más remotos.

Para ocupar este espacio, tuvimos que desarrollar unas prácticas que nos permitieron adaptarnos al medio, vivir en él y aprovechar los recursos a nuestro alcance. Al fin, como debía ser, la montaña ha dejado su huella en el hombre y el hombre ha dejado su huella en la montaña.

Aprendimos a adaptarnos a un medio generoso y hostil a partes iguales utilizando los materiales que proporcionaba la propia naturaleza.

Y todo lo hicimos comprendiendo la generosidad de la tierra que poblamos, administrando la riqueza de los montes, celebrando la fertilidad de los valles, respetando los secretos últimos de la montaña y aprendiendo a descansar en ella.

Hoy, al recorrer este paisaje montañés podemos contemplar el resultado de ese abrazo ancestral de las personas con su territorio.

Un legado de construcciones, oficios, usos y costumbres que en ocasiones toman la forma de fabulosos templos de la fe, inagotables en sus matices y detalles, y que otras veces son tímidas decoraciones que el hombre ha situado en el inmenso horizonte de la cordillera, quizás un diminuto chozo de pastores o una simple vereda, tantas veces recorrida.

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